abril 10, 2020 Raquel Sanz

Los cuatro inconmensurables (I)

Benevolencia y compasión

Las personas interesadas en el autoconocimiento y el desarrollo personal, tarde o temprano acaban encontrándose con una herramientas muy potente, la meditación o el mindfulness.

En mi caso me topé con el mindfulness casi por accidente y fue todo un descubrimiento. Ahora me parece extraño reconocer que, hasta ese instante, no me había parado a observarme en el momento presente: cuerpo, emoción y pensamientos. Y mucho menos con curiosidad y amabilidad.

En el transcurso de este acercamiento al mindfulness, escuché por primera vez hablar de los cuatro inconmensurables que, según los budistas, son cuatro valores universales  innatos a todos los seres humanos, que descubrimos cuando paramos y nos observamos.

Para mi la práctica consciente de los cuatro inconmensurables es una forma de purificar nuestros pensamientos, nuestras emociones  y  nuestra vida en general.  Así pues, a través del amor incondicional o benevolencia, la compasión, la alegría compartida y la ecuanimidad, puedes alcanzar estados de paz, bienestar y felicidad más elevados, duraderos y permanentes. Su práctica generalizada en la sociedad facilitaría una convivencia más cooperativa y pacífica.

En este artículo voy a tratar dos de ellos, el amor incondicional o benevolencia y la compasión, valores complementarios, que no pueden existir el uno sin el otro.

La naturaleza esencial del amor incondicional o benevolencia es el deseo de que la persona en la que estás concentrando tu mente esté bien y feliz. Partimos de la premisa de que todas las personas buscan la felicidad y librarse del sufrimiento.

La práctica debe empezar necesariamente por ti mismo para, posteriormente concentrarte en un ser querido, en una persona neutral (alguien con quien te has cruzado por al calle) y finalmente en alguien con quien no te llevas bien.

Visualizándote a ti primero y  después al resto, en una actitud empática y amable, vas diciendo mentalmente:

  • Te deseo felicidad, paz y serenidad
  • Te deseo confianza y seguridad: tienes los recursos para superar los obstáculos.
  • Te deseo salud: que te cuides amorosamente.
  • Te deseo una vida sencilla: no te compliques la vida.

Es normal que te cueste practicar la benevolencia hacia una persona con la que no te llevas bien. Quizá te puede ayudar:

  • Observarla desde otro lugar, explorando su fragilidad, sus miedos, buscando sus virtudes, sus logros.
  • Preguntarte cuál es exactamente el motivo de tu hostilidad y en qué te ayuda seguir alimentándola
  • Reflexionar sobre cómo sería tu vida si cambiaras esa emoción negativa por la benevolencia y la compasión.

«El perdón es una virtud que deriva de la benevolencia. El perdón te libera de la esclavitud del resentimiento»

La compasión, según la tradición budista, es la consciencia de que un ser está sufriendo, observarlo sin apartar la mirada, dejar que te conmueva y sentir el deseo genuino de que ese sentimiento cese. En palabras del Dalai Lama:

“La compasión consiste en el deseo de que todos los seres sintientes estén libres de sufrimiento”

La principal diferencia entre la benevolencia y la compasión radica en la presencia o ausencia de sufrimiento. Si no existe sufrimiento, el deseo de que los seres sean felices y estén bien es benevolencia. Si hay sufrimiento, el deseo de que los seres estén libres de él es compasión.

Practicar la benevolencia y la compasión de manera consciente está a tu alcance; puedes practicarla diariamente y desde la primera práctica sentirás paz, bienestar y felicidad. Pero no me creas a mi, compruébalo tu mismo.

Artículo relacionado: Los cuatro inconmensurables (II): Alegría compartida y Ecuanimidad)

Bibliografía:

  1. Alan Wallace (2018). Los cuatro inconmensurables
  2. García Campayo y Marcelo Demarso (2015). Mindfulness, curiosidad y aceptación
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